domingo, 20 de marzo de 2011

Día siete

“Lowe Julians número …que fue cadete aviador de la fuerza aérea del escuadrón, tantos de tantos, conocido por ala solitaria, contemplaba el mundo con disgusto como un enfermo de ictericia (amarillés de la piel producida por la acumulación de pigmentos)  sus quejas eran las mismas que las que aquejaban a más de uno con mejores botas que las suyas.”
Así empezó la primera pagina del libro de William Faulkner (la paga del soldado) reflejando la tragedia del soldado que vuelve de la guerra  y emprende una larga agonía hacia la muerte, así empezó también la tarde del domingo, siempre  taciturna, un poco triste,  aburrida y la verdad no sé porque todo se resume en esos sentimientos , esa noche no pasé de la primera pagina, me parece que a veces las traducciones al español resultan bastante malas. 
Aquiles--¿te afeitaste esta mañana cadete?
Mercurio--sí señor.
Aquiles--  ¿con qué cadete?
Mercurio--con la navaja del reglamento señor. 
Aquiles-- está bien cadete.
Domingo, son las 5:00, 6:00, 7:00 de la mañana y yo duermo como un bebé, porque sería un sacrilegio, algo así como una tragedia si me despertasen antes de las 10:00 am, aún mas si la resaca del día anterior está durmiendo con migo y amenaza con acompañarme gran parte de la mañana, pero bueno, es domingo,  al fin los primeros rayos de sol se meten por la ventana y alcanzan un ojo; por mera intuición adivino que son entre las 9:00 y las 10:00 am, pero generalmente son más de las diez, me levanto y como siempre ya todos se han bañado, han desayunado, paseado al perro o ido de compras, no sé como lo hacen; ¡Pero si es domingo carajo!!!! ¿Cómo hacen para madrugar?. En ese momento empieza mi búsqueda exhaustiva por el café, esto ocurre cuando el éste indispensable para despertar el ultimo sacudón de la mañana, no está en su sitio y claro, como ya todos desayunaron, se  bañaron y están paseando al perro o haciendo compras, ¿a quién carajos le voy a preguntar?, estoy  totalmente solo en mi casa, una mañana de domingo, son las 10:30 am y ando buscando el café. 
 Por las tardes leo un libro y me parece que todo vuelve un poco a su normalidad, pero el domingo es taciturno, es triste y aburrido, a veces se larga a llover, un clima de mierda, que ya se veía venir por las nubes que acompañaron el cielo toda la mañana, no hay más que mirar las gotas de lluvia por la ventana, unas se pegan del cristal y empiezan a resbalar, como gotas suicidas que terminan estallando en el balcón, el día es bastante gris, el domingo es una burbuja, el tiempo no pasa, la tarde se pierde y da entrada a la noche. Me quedo en la cama, como de costumbre sin tender, observando estas cosas, no sé porqué los domingos son como una biografía, un libro que se abre en alguna página, donde aparece un personaje para nada principal, simplemente alguien que estaba sentado  una tarde en un café, una sonrisa, un saludo, una cita o un día en la ciudad. No es la escena principal de una película, ni el titular más importante de la prensa, de pronto cosas sin importancia en algún lugar, un recuerdo ya bastante empolvado donde el registro no es una foto ni un recorte de periódico, sino un momento olvidado pero lo suficientemente misterioso y taciturno, como las tardes de domingo.

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